Víctor Hugo Elso: “Son tiempos de una supervivencia solidaria”

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El madariaguense que actualmente reside en Lisboa, Portugal, reveló a EL MENSAJERO cómo es su situación en medio de la pandemia por el coronavirus. El ahora sommelier, nos cuenta los detalles de su vida en la gastronomía del Viejo continente

Víctor Hugo Elso (44), se fue a Europa hace más de 20 años. El “chino”, como es conocido en nuestros pagos, se formó como sommelier, actualmente da cursos de vinos y destilados, y hasta es juez en el Wine Challenge. En diálogo con EL MENSAJERO, nos cuenta y brinda detalles de su vida, que alterna entre Londres y Lisboa, en tiempos de cuarentena.

“El mes pasado cumplí años, 44 esta vez. Una semana después de ese día, que se supone debe ser tan especial, se cumplían 22 años de mi salida de los pagos madariaguenses, y media vida viviendo fuera de país. Salida brusca a la que no le faltaría contraste – Madariaga-Londres – pero una salida muy ansiada y muy soñada”. Y recordó: “Todavía me acuerdo con lujos de detalles cómo fue el día que llegue a la capital inglesa, esas sensaciones jamás se me olvidaran. Por fin, estaba viendo y viviendo en directo todas esas fotos que veía en libros y revistas a lo largo de mis estudios en la Facultad de Humanidades de la Plata cuando cursaba la carrera de Traductor Público Nacional. Ese viaje que se suponía ser sólo un año Sabático, se convirtieron en dos, tres… y la carrera no se terminó. Pero empezaba otra carrera, y tres semanas después de mi llegada empezaba a trabajar en un bar en el centro de Londres”.

La vida gastronómica
Desde el primer momento, su lugar fue la gastronomía: “Mi vida profesional siempre fue el campo de la gastronomía, trabajando desde lava-copas, barman, camarero y encargado. También he hecho estadías en España y en Francia. Sin embargo, años atrás, decidí complementar mi experiencia haciendo un curso de vinos. Y ya no hubo vuelta atrás, el vino se volvería mi trabajo, mi pasión, y mi obsesión. Hoy tengo mi escuela, y doy cursos de vinos y destilados en Londres y Lisboa. También ofrezco servicios de Sommelier y consultoría, escribo una columna en una página “gourmet” de Londres, y soy juez en la Internacional WineChallengue”.

“Lisboa es ahora mi nuevo hogar, y mi llegada coincidió con la cuarentena a la que había que someterse por la pandemia del coronavirus. En realidad, adelanté el pasaje cinco días, para no correr el riesgo de que me cerraran los aeropuertos”.

-¿Cómo vivís la situación ante la pandemia?
En el aeropuerto de Londres, había poca gente pero mucha tensión, un ambiente muy raro y muy diferente al que usualmente se vive. El país no estaba todavía en cuarentena obligatoria, ósea que sólo se le había recomendado a la gente no salir de sus casas, y evitar lugares como pubs, por ejemplo. Una decisión que todavía se está criticando, ya que se estima que en Inglaterra se impuso el confinamiento con una semana de atraso. A eso hay que sumarle una semana más, que fue lo que tardo la gente en concientizarse y obedecer las reglas del confinamiento.
Los contagios se expandieron muy rápido en un país donde hay aproximadamente 60 millones de habitantes, con unos 16 en su capital. Uno de los problemas fue y es el alto porcentaje de muertos derivados del Covid-19, que ronda el 13%.

El gobierno dio mucho apoyo al sistema de salud, y con la ayuda del ejército se construyeron nuevos hospitales. El “Nightingales”, en el este de Londres, tiene una capacidad 4000 camas, y se construyó en sólo 9 días. Cada unidad está equipada con oxígeno y gas médico, cama con control de posición, colchones con control de aire, y ventilador.

En el aeropuerto de Lisboa, había aún menos gente, el país ya estaba en cuarentena total. Las calles vacías permitieron al taxi no tardarse más de 10 minutos para dejarme en el departamento que tenía alquilado no lejos del estadio del Benfica.

Y allí comencé mi aislamiento social. Si bien estaba sólo, el día nunca se me hizo largo. En Portugal, el confinamiento fue -se levantó el día 3 de Mayo- un poco más relajado comparado con Argentina. Los supermercados abrían hasta las 19, y se podía salir a la calle dentro del municipio, siempre y cuando se respetasen las reglas de distanciamiento social. Me levantaba temprano, y café por medio leía los diarios de Argentina, Inglaterra y Portugal, y me ponía a trabajar. Por suerte puedo hacer un poco de “tele-trabajo” ya que los cursos también pueden hacerse a distancia. Tengo un pequeño parque a la vuelta y por las tardes salía a hacer un poco de ejercicio. Luego venia el abastecimiento, nunca me hubiese imaginado que ir al súper a hacer la compra se convertiría en la actividad más divertida del día. Luego, cocinar con una buena copa de vino, un poco de tele y a dormir.
Llegó el día de mi cumpleaños y así lo pase, más viejo pero no más sabio.
La gente acá en Portugal, respeta mucho las normas que impone el gobierno.
Evidentemente, cuando el sol salía fuerte durante los fines de semana la gente se tentaba en ir a playa, pero los operativos policiales muy eficientemente dispersaban los movimientos. Con mucho respeto hacia el ciudadano, la policía explicaba por qué no se podía ir a la playa y redirigían los coches de vuelta para casa.
Si bien hay muchos contagiados, el porcentaje de muertes es uno de los más bajos de Europa.
Una de las claves para mantener los contagios, a un nivel manejable, fue cerrar las fronteras con España a tiempo.
Con el cesamiento del estado de emergencia, ya se puede viajar, ir a playa y de a poco los comercios van abriendo. La economía portuguesa se recuperará gradualmente. Bruselas prevé que la economía caerá un 6% aproximadamente, y también prevé que el desempleo será del 10% en Portugal. Pero el pueblo portugués es (por lo que he visto hasta ahora) un pueblo humilde, trabajador y honesto, por lo que no tengo dudas que la crisis se superara.

Son tiempos de supervivencia pura, pero no en modo jungla, sino una supervivencia solidaria. Tenemos que ser fuertes, aguantar, ayudar, y sobrevivir, para después volver a vivir.

Víctor Hugo Elso, 22 años después de su ida a Europa, escribe a sus pagos madariaguenses. Esos pagos que resguardan a su familia y amigos, esperando siempre su próxima visita.